FORMA

 


Si tienes una forma adaptaras tus creencias a las características comúnmente aceptadas por todos que la misma posee y desarrolla. Una jarra lo es en todas partes porque posee un aspecto aceptado por la mayoría aunque pueda sufrir modificaciones más o menos acertadas, más o menos bellas, en su diseño que la alejen algo o mucho de esa derinicion global.

En un cuerpo, sea animal o humano, ocurre exactamente lo mismo: cada uno de ellos se diferencia y separa en género, tamaño, altura, grosor y, por supuesto, belleza o fealdad, todas ellas características que toman su valor de los modelos imperantes, socialmente aprobados, en cada época y lugar.

Pero, asimismo, todos ellos comparten los mismos elementos. Las jarras son de barro, de plata, de oro e, independientemente de su forma, si se someten al fuego, la perderán y se convertirán en la primera materia de la que surgieron.

El cuerpo humano comparte lo anterior: es una mezcla de elementos repartidos en mayor o menor proporción, lo cual les diferencia en su aspecto exterior, que ni el interior donde todos, absolutamente todos, son, somos, exactamente iguales. Tenemos los mismos órganos, las mismas células, idéntica sangre, funcionando como un perfecto Todo, organizado con una precisión que somos incapaces de comprender.

Así ¿por qué nos empeñamos en destacar a base de esa forma? Va a ser reducida a cenizas más temprano que tarde: tanto si al término de su tiempo de manifestación arde en una pies funeraria como si es entregado a la tierra donde su pudrirá, desaparecerá su forma, su belleza usada como elemento distintivo, su aspecto para convertirse en la misma materia prima, como en el caso de la jarra.

La separación respecto a la forma cuerpo, que creemos ser es evidente y fácilmente comprobable. Basta con verse por dentro y darse cuenta que las ilusiones, deseos, anhelos, las ganas de hacer cosas, de vivir, son exactamente igual de potentes, de intensas, desde la más tierna infancia, hasta la más avanzada edad. Sólo varía el cuerpo, la herramienta que nos permita llevarlas a cabo como realmente queremos y necesitamos.

Lo que realmente quieres es mantener esa estructura social, personal, que has construido sobre cimientos de papel. Es un esfuerzo destinado al fracaso absoluto como de seguro ya has ido comprobando a lo largo de tu vida porque ese edificio se va a caer sí o sí.

¿Por qué entonces seguir identificándose con algo perecedero y frágil cuando conoces ya lo eterno y fuerte?

Olvida la forma.

Abraza la libertad.



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