HABLAR...CALLAR

 


Hablamos tanto, y callamos tan poco que hemos olvidado escuchar no ya a los demás, cosa harto evidente, sino incluso a nosotros mismos.

Si recordásemos lo que el buen silencio nos enseña, ese que no depende de las palabras formuladas o en espera de serlo, veríamos la Vida como lo que realmente es: el Vacio pleno de la Nada, el Camino, la Senda en el justo medio de esa misma ausencia de Todo y, quizás, sólo quizás, lo recorreríamos con pasos pequeños, lentos pero seguros.

La importancia es una ilusión, como el aumento o la disminución.

La humildad es una ilusión, como la grandeza o la pequeñez.

Sin importancia, con humildad, la Vida sigue su flujo natural.

Con orgullo, sin humildad, la Nada abre sus entretelas en el Silencio de la Presencia que Todo lo llena porque Todo lo Es.

Nada puede decirse, sólo bajar la cabeza mientras la mirada se pierde en la Nada y los pasos se se suceden uno tras otro, sin que nadie esté ahí para contarlos.

Nada ni nadie puede resistir la mirada de lo Absoluto rasgando el velo de la ilusión.

¿Qué hacer?

¿Quién que haga?

Las montañas siguen en su sitio, el aire en el suyo y yo... yo jamás estuve ahí.

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