CIELO


 

Hay noches que me entretengo escribiendo estrellas en el Cielo, ilustrando espacios con palabras y sentires que emanan de lugares desconocidos y casi olvidados porque en cierto momento dejamos de frecuentarlos. Me siento plácidamente, tomo la pluma, de ave por supuesto, es decir, alada y ligera, y la mojo en mi corazón.

Escribir así en cielos cercanos o lejanos es un placer enorme y una tarea gratísima, sobre todo cuando esos espacios celestes me lo piden y me permiten hacerlo.

El cielo siempre te muestra la Realidad y aleja la ignorancia. 

Despejado es el Ser.

Con nubes, es el Ser. 

¿Dónde radica el secreto?

En que, independientemente de las nubes, tormentas, rayos y relámpagos, él siempre permanece igual: incólume, inafectado, contemplando la Realidad, siéndola.

Ser como el Cielo es comprender la ignorancia y, así, permitir que las nubes sigan su camino basado en vapores fatuos que en pocos instantes se disolverán.

Ser como el Cielo es darse cuenta que las tormentas siempre pasan: parecen nacer, desarrollarse y morir, mientras el cielo que les sirve de soporte, de lienzo donde dibujar sus filigranas aéreas, permanece porque jamás nació y, por tanto, nunca morirá.

Ser como el Cielo es olvidarse de nombres, etiquetas, pareceres y discursos pretenciosos, pues ¿donde caben las palabras ante la inmensidad de lo que no tiene medida?

Que tu Cielo tenga siempre las palabras y estrellas que necesites en cada momento.

Se como el Cielo.

Se Cielo.

 

 

SUFRIR Y ORAR

 

P: Para mi no ha sido sencillo abrazar la enseñanzas Advaita en el tema de la oración. Porque se que me oro a mi misma y hay momentos que me siento incapaz de ayudar a otro. Tengo un hijo que tiene una discapacidad y yo también. Entonces me siento pequeña. Se que eso es un pensamiento limitarte y no ver quien soy yo realmente. El Ser, La Consciencia. Permanecer en silencio sería la mejor oración??

R: La mejor oración es aquella que emana del corazón, independientemente de las palabras que utilices. Hay una historia en ese sentido que relata que un comerciante judío se quedó atascado en su casa por una tormenta y no pudo acudir a la sinagoga y desesperado estuvo repitiendo las letras del alfabeto toda la noche por no recordar las oraciones que tocaba recitar ese mismo día. A la mañana siguiente el rabino se presentó en su casa a preguntar quién vivía ahí. El comerciante, pesando que venía a reprocharle por su falta de asistencia a la celebración, le contestó apesadumbrado que era él. El rabino sonrió felicitándole pues Dios mismo le había dicho que acudiese a su hogar a ver quién había orado con tal fervor la noche anterior.

Dicho lo anterior, en Vedanta, puedes meditar con un mantra, puedes meditar indagando sobre la realidad que eres tras las apariencias del personaje que crees ser y eso en sí mismo puede considerarse una oración ¿comprendes?.

La cuestión es: ¿quién sufre? ¿quién se enoja? ¿quién dejaría de ver un momento pleno de felicidad si no existiesen pensamientos que le recordasen constantemente lo infeliz que es?.

El sufrimiento, la separación del oasis de la calma, son elementos propios del personaje que interpreta la obra creyéndose al mismo tiempo ser el dueño del teatro y de los que en él actúan. Pero Obra solo hay una y ésta incluye absolutamente todo, como mar sólo hay uno que incluye todas y cada una de las olas y gotitas que de él parecen emanar.

Cuando te das cuenta y comprendes que todo es una misma y única cosa, que el cielo es el mismo independientemente del lugar desde el cual se contemple, todo cobra otro sentido. Habrá resistencias, pues la mente no querrá permitir que escapes de su yugo, pero permaneciendo en esa indagación, en esa contemplación y meditación, poco a poco todo volverá a su Ser, aunque, en realidad, jamás haya salido de ningún sitio porque todo, absolutamente todo, y esta es una verdad que hay que comprender, simplemente ES.

Las palabras son incapaces para definirlo, encerrarlo o limitarlo, los conceptos son subproductos mentales que jamás podrían siquiera acercarse a una pequeña descripción de Ello.

Así que dan igual las palabras que utilices si el fervor, la devoción, son sinceras y emanan del corazón, con entrega total, sin importar el tiempo que le dediques y, por supuesto, sin esperar nada: orar, meditar, no se trata de un intercambio comercial con una entidad, Dios, que nos va a dar algo a cambio de otra cosa…

Si quieres orar, ora de ese modo y, si así lo sientes, también puedes sólo sentarte en silencio por que sí, sin más, y repite un mantra, o indagar sobre tu personaje y tu ser, o simple y llanamente cerrar tus ojos y contemplar lo que ahí se presenta y ocurre, atestiguando todo lo que suceda sin juzgar ni dejarte arrastrar por ello, contemplando tus pensamientos, observando quién piensa en ti....

Sabes que vas a morir, pues el cuerpo y la mente deben regresar a los elementos de los que surgieron, así que ¿por qué no dedicar tiempo a comprender tu verdad, la única y posible verdad?

Nada ni nadie te juzga salvo tu personaje.

Sólo vive sin más.

 

¿PENSAR?

 

“No existe nada bueno ni malo, sólo el pensamiento hace que lo sea”.

Hamlet, Shakespeare

Tendemos a ignorar lo que es familiar y esperamos que los secretos estén escondidos y así buscamos entre pares de opuestos, bien y mal, bello y feo, iluminación y oscuridad, descartando unos y aceptando otros. Es decir, aceptamos la cara de la moneda pero expulsamos del paraíso particular y personal la cruz, dejando a la misma sin valor alguno.

¿Quién parece realizar esa elección? 

El pensamiento dicotomizado que, una y otra vez, divide y separa todo en parcelas, que busca de lo difícil y esforzado y desprecia lo sencillo y cotidiano.

Pero, desde ese trono aparentemente inconquistable e incontestable, nos hace olvidar que cuanto más obvia es una situación, más secretos profundos puede esconder, pues la Vida fluye y se realiza en nosotros, por nosotros y para nosotros. La Vida ES, la Conciencia ES, y nada hay mas que ese SER siendo en todo, en todos, eternamente, sin tiempo ni espacio.

Cuando, siguiendo el consejo de algún que otro sabio que nos toca con sus palabras o su límpida mirada, nos detenemos y cuestionamos por un instante esa realidad, la tormenta parece estallar y amenazar con destruir el confort en el que, ilusoriamente, nos habíamos instalado.

Confort que es un espejismo que intenta que olvidemos que vamos a morir. Mejor dicho, que este cuerpo y esta mente, formadas de los elementos (polvo eres…) regresarán a su origen, mientras que la esencia que a ellas contempla, la Realidad tras la ilusión, la Magia a través del espejo que sutilmente se fue colocando delante de nuestro verdadero mirar, permanecerá inmutable.

Si sabes que vas a morir ¿qué pierdes por seguir alguno de esos consejos, comprobar esas sugerencias, destiladas en amor y desinterés?

Eres consciente de que existes, más allá de posibles definiciones, argumentaciones inteligentes y deseos o expectativas, tu sabes que existes, pero comprobar que nadie hay realmente es una tarea hercúlea pero posible, digna de atención, porque crees que existes como un cuerpo y unos pensamientos, una personalidad limitada, distinta del otro, diferente, mejor, peor……

El velo cae por sí mismo cuando la comprensión aparece sin palabras ni argumentos.

Tu ya eres todo lo que buscas, se ha dicho por doquier, sólo que enfocas esa búsqueda en el sitio equivocado. Cuando reorientas tu brújula, todo confabula para que te des cuenta, para que comprendas Aquello que se encuentra más allá de las palabras a las que te acostumbraste, al laberinto casi sin salida en el que las mismas suelen encerrarte. Porque esta comprensión no la produce ese compuesto de carne, huesos y pensamientos, sino que es una Comprensión total, plena, sin palabras, sin ideas, sólo ES.

Y ahí se encuentra la salida del laberinto, al ver que jamás hubo laberinto ni persona que lo recorriera, que el esfuerzo sólo conducía a amas esfuerzo, que un texto te llevaba a otro texto, en una carrera sin fin.

Deja de correr y reposa en Ti.

Reconoce tu Hogar.

El cielo ES y no necesita saber cómo Es.