¿DESPERTAR?


 

No te preocupes por despertar, olvida todo esfuerzo programado por tu mente que solo encuentra en esa forma de proceder la satisfacción de seguir creyendo que es la autora de lo que acontece.

 Iluminación, despertar, son sólo más conceptos que, si bien pueden tener cierta utilidad como una suerte de motivación inicial, deben ser trascendidos por completo, pues toda idea conceptualizada sigue siendo ilusión.

 Contempla el miedo a dejar de lado esa personalidad, ese sujeto que crees ser, miedo a desaparecer, a dejar de existir tal y como te conoces. Pero... ¿Te conoces realmente?

Si tienes miedo de dejar de ser, de que desaparezca el personaje que interpretas, debes saber que procede del mismo lugar, de igual escenario, de la misma obra que se representa en el teatro de la Nada.

 Leerás muchas interpretaciones sobre esto, incluida la que ahora mismo tomas como tal y estás escudriñando quizás con ánimo de encontrarle fallas y exponerlas a tu gusto y placer, quizás con ganas de criticarla y demostrar tu conocimiento y sabiduría y, quizás, con el corazón abierto y la mente despejada de nubes que impiden disfrutar del sol , el cual siempre está en el cielo que a todos nos sirve de techo y que es exactamente el mismo en todo lugar y para todo personaje.

 No te preocupes por despertar de esta o aquella manera.

 No te preocupes por buscar uno, dos o cien maestros que te salven de ti.

 Solo despeja tú cielo y deja que el Sol haga su labor.

 Siempre ha estado ahí, aquí, caldeando tu Ser.

 Sólo el cielo sabe cuándo corresponde la mejor lluvia.

 


 

SENTIDOS


 

Dios hizo los sentidos vueltos hacia fuera, el hombre por lo tanto mira hacia fuera, no dentro de sí mismo. De vez en cuando un alma atrevida, deseando la inmortalidad, ha mirado hacia atrás y se ha encontrado a sí mismo. 
 
El que conoce la Realidad sin sonido, sin olor, sin sabor, intangible, sin forma, sin muerte, supranatural, sin declive, sin comienzo, sin fin, sin cambio, sale fuera de la boca de la Muerte.
Katha Upanishad
 
Hay luz y oscuridad, desierto y vergel, alegría y pena, amor y odio, y entre ambos aspectos de la única realidad que creemos ser, nos movemos, deslizándonos de uno al otro como veletas sometidas a un huracán. Los cambios de opinión, la erupción de ilusos deseos, las ofensas percibidas, entre tantos otros trastos inútiles, nos empujan constantemente con el único fin de mantenernos ocupados en cruces de caminos con indicaciones difusas que sólo nos mantienen perdidos intentando agarrar espejismos que se disuelven a la más minima indagación que hagamos sobre ellos.
 
Esperamos que nos llegue el acto mágico, la luz que aclare, el diccionario que nos haga entender el lenguaje de la vida, siempre de algo o alguien que desde fuera nos lo de y, a veces, al leer un texto o escuchar unas palabras de repente algo se enciende bien adentro y, como estufa solitaria en el último rincón de la cabaña mas alejada en el crudo invierno, un suave calor alumbra la comprensión en un silencio donde las palabras están de vacaciones y la Verdad puede susurrar caricias como nubes de algodón.
 
Y puede que nos riamos de nosotros mismos, de las discusiones inútiles como nube que intente atar un árbol, de la inutilidad orgullosa de pronunciar en voz alta un deseo desesperado, de la ridiculez de formularlo ante la constatación plena, firme y duradera, de que no se puede pedir lo que ya se posee, como el bosque jamás pediría sus árboles, ni el desierto su arena.
 
El aire dentro de los pulmones es exactamente el mismo que era antes de entrar a esos aposentos vitales. El agua del río es la misma que la del mar y la lluvia que en ciclo eterno permanece indiferente ante sus aparentes cambios.
 
Tu eres igual que cuando naciste, gateaste y comenzaste a caminar con pasos torpes y divertidos a la vez, repletos de ilusión ante el mundo que así se abría a tu alcance: jamás te planteaste si podías hacerlo y simplemente lo hiciste. Tu cuerpo ha cambiado pero Tu sigues siendo igual, tan sólo obsérvalo por un instante y recuerda.
 
Quizás, si tu recuerdo es honesto y tu anhelo puro, rías a pleno pulmón al ver tu propio reflejo.
 
Quizás la vida roce tu mejilla en un beso cálido y único.
 
Quizás así dejes de pedir y comiences a realmente vivir.

EXPRESAR


 

De nada sirve luchar con las palabras para expresar lo que está más allá de las palabras.

Nisagardatta Maharaj

 

Expresar lo inefable es tarea peligrosa. La parte que expresa y lo expresado son el mismo agua, salvo porque, al contenerse aparentemente en objetos de forma variada, se percibe como el continente olvidando lo esencial del contenido. Así surge la diferenciación y el saber más y mejor.

 Un vaso se siente grande ante un dedal pero pequeño ante una olla, aunque todos contengan la misma agua.

 Es así que al escribir, hablar o expresar, dejando pasar el agua como grifo, que ni la interfiere ni la contamina, ésta se expresa a sí misma, en sí misma, por sí misma.

No hay quien escriba ni lo escrito puesto que todo es Conciencia sin más.

 Es por eso que comentamos, acotamos, expresamos, corregimos y así exponemos la importancia "personal" olvidando la pureza única, sin dos, del Agua que todo lo ES. Trampa burda que se vuelve sutil en grado directamente proporcional a la importancia que sintamos como objeto que contiene el agua.

 ¿Quién comenta, quién quiere a toda costa tener eso que se llama a sí misma "razón"? Si escribe el personaje el agua siempre estará contaminada. Por eso, la Verdad, la Fuente, Dios, lo Absoluto, son sólo conceptos usados para comunicarnos en esta manifestacion, y cuando los utilizamos como armas arrojadizas en pos de la demostración de lo sabios que somos y lo equivocados que están los demás, se convierten en simples remedos de un yo ilusorio e ilusionado, empeñado en destacar a costa de la propia Verdad.

 ¿Es eso un romance con el Conocimiento?

 Se trata, más bien, de un romance consigo mismo, con el "yo" que prevalece por encima del "tú", olvidándose del "nosotros" que, como única realidad, auténtica nada, constituye la verdadera esencia.

 La Fuente es una, sin dos, y aunque varíen las palabras y estilos a la hora de expresarse, siempre se reconoce por su perfume indiviso, único más allá de las palabras empleadas para expresarla.

 Sólo se puede compartir en un intento de agradecer aquello que no necesita de agradecimiento alguno, de nadie, en absoluto, pues siéndolo todo ¿Qué puede necesitar?

 Creerse un cubo de hielo es una ilusión que acabará derritiéndose ante el calor del Sol de la verdad.

 Se Agua, olvida tu vaso.

 

 

TIBIEZA

 

El reino de los Cielos no se alcanza con tibieza, sino llamando con fiereza a la puerta que a su entrada se encuentra. Los tibios jamás entrarán en él, porque se necesita de mucho valor para enfrentarse al gran enemigo que lo defiende, al cancerbero, al dragón, a la Hydra de siete cabezas que protege el tesoro, no por avaricia ni afán de usura, sino por el honor de saber destilar las esencias puras de las que aún necesitan madurar y mantener el Jardín del Edén ausente de serpientes enroscada en árboles del bien y del mal.

Hay una lucha constante, eterna, que forma parte de toda la tradición, que siempre se ha tenido que librar y siempre se tendrá que enfrentar. Es imposible escapar de ella, aunque parezca que se puede dilatar en el tiempo el momento de acometerla, pero nadie, absolutamente nadie, se encuentra libre de lidiarla.

Los tibios consigo mismos jamás entrarán en el Reino de los cielos, porque la peor tibieza es la condescendencia con que nos tratamos, la ausencia de autocrítica en la que vivimos, el páramo estéril de algodones blanqueados que se esfuman al menor contratiempo que suele ser siempre una crítica, una queja, un desdén, de otros hacia nosotros.

Si quieres permanecer cómodamente descansando en el colchón de la importancia personal, navegar el barco del orgullo, hazlo, pero con la certeza de que el colchón perderá sus plumas y el barco se hundirá en el arroyo de la vida.

Nadie puede escapar a lo que forma parte de su propia existencia. Nadie puede vivir ausentándose del momento de su propia muerte. Pero sí se puede morir primero para vivir después.

Morir a sí, fallecer al enemigo monstruoso que siempre intenta mostrarnos las debilidades que nos encadenan para que, rompiéndolas en mil pedazos, obtengamos el tesoro de la libertad plena.

Estar presente, en el instante eterno, sentir la presencia de voces infinitas que, desde siempre, te hablan quedamente. Saber que tu estás aquí, allí, arriba y abajo, estando sin estar, siendo sin ser, viviendo en aires de emociones que a veces forman vendavales.

 Comprender que la vida es lo que buscas y necesitas, lo que los propios ángeles envidian, si pudiesen envidiar. Tu estás aquí y ahora, eres importante, esencial, aunque lo ignores o desconozcas. Nadie puede hacer nada que te corresponda, ni vivir por ti. A veces la mejor opción en medio de mares agitados es simplemente dejarse flotar, comprendiendo que nunca se está en soledad, que el resplandor y la comunión de tu alma te conectan íntimamente con el ritmo del universo, todo te acompaña porque todo lo eres.

 De nada careces porque todo lo tienes ya. La necesidad es un invento de tu mente, quien quiere agarrarse al trono de la mentira y no perder su reinado. Sabe que tu Alma es igual que la de tu vecino, marido, mujer, hijo, hija, amigo, enemigo, pues son pedacitos cortados a mano de una única y gran Alma común.

 Ojalá entiendas que todo esto es verdad, que lo creas y lo apliques cada día, más aún cuando la tristeza amenace con hacerte dudar, que lo expandas con tus palabras, lo confirmes con tus actos y se convierta en tu norma de vida.

 Que hecho así, seas feliz.

A veces me siento niño, dando amor y otras pájaro recibiéndolo. Varia mi necesidad pero permanece invariable el Amor.