CIELO


 

Hay noches que me entretengo escribiendo estrellas en el Cielo, ilustrando espacios con palabras y sentires que emanan de lugares desconocidos y casi olvidados porque en cierto momento dejamos de frecuentarlos. Me siento plácidamente, tomo la pluma, de ave por supuesto, es decir, alada y ligera, y la mojo en mi corazón.

Escribir así en cielos cercanos o lejanos es un placer enorme y una tarea gratísima, sobre todo cuando esos espacios celestes me lo piden y me permiten hacerlo.

El cielo siempre te muestra la Realidad y aleja la ignorancia. 

Despejado es el Ser.

Con nubes, es el Ser. 

¿Dónde radica el secreto?

En que, independientemente de las nubes, tormentas, rayos y relámpagos, él siempre permanece igual: incólume, inafectado, contemplando la Realidad, siéndola.

Ser como el Cielo es comprender la ignorancia y, así, permitir que las nubes sigan su camino basado en vapores fatuos que en pocos instantes se disolverán.

Ser como el Cielo es darse cuenta que las tormentas siempre pasan: parecen nacer, desarrollarse y morir, mientras el cielo que les sirve de soporte, de lienzo donde dibujar sus filigranas aéreas, permanece porque jamás nació y, por tanto, nunca morirá.

Ser como el Cielo es olvidarse de nombres, etiquetas, pareceres y discursos pretenciosos, pues ¿donde caben las palabras ante la inmensidad de lo que no tiene medida?

Que tu Cielo tenga siempre las palabras y estrellas que necesites en cada momento.

Se como el Cielo.

Se Cielo.

 

 

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