DIFERENCIAS

 



Vemos diferencias porque consideramos que estamos divididos en dos polos y así hombres y mujeres se buscan y creen necesitarse como algo diferente que cubra aquello que "falta".. Sin embargo, lo que anida tras esos cuerpos, en sus "profundidades" es lo mismo.

El condicionamiento marca las diferencias que hasta ese momento crucial en torno a los tres años eran inexistentes. Para comprobarlo basta con observar jugar a niños menos de esa edad: no entienden que haya "otro" sino que consideran que ese que les mira y juega con ellos (empleo estos términos para entendernos pero no olvidemos que al no saber de diferencias en esa temprana edad, no tienen sentido alguno para ellos), es el mismo ser, no como si se contemplase reflejado en un espejo, sino absoluta y completamente el mismo, sin separación.

Con los años y a fuerza de repetir los modelos sociales  que imperan aprendemos que existen esas diferencias anatómicas y de formas de pensamiento y ello condiciona todo comportamiento e impide la reflexión sincera, la posibilidad de plantearse que en realidad quizás no seamos tan diferentes...

Así la naranja está partida y hay que completarla, aunque haya sabores dulces y agrios, ambos ilusorios porque se basan en lo que el gusto, sentido del cuerpo siempre cambiante, exigente y caprichoso, desea, atendiendo las órdenes directas de la comandante jefe, la mente.

Es fácil reconocer que a veces sentimos cercanía mayor con congéneres independientemente del género que hayan adoptado y ello ocurre siempre que, en un instante dorado, saltamos la valla de alambre formada por pensamientos firmemente entrelazados, largamente establecidos.

La Consciencia siempre se reconoce a si misma más allá de diferencias superficiales. 

El Cielo es el mismo en un país que en otro, tenga lluvia y nubes o aparezca despejado por completo.

El agua del Mar es exactamente la misma que empapa cada costa.

El aire se respira con iguales componentes aquí que allí, no varía según sea hombre o mujer, niño o niña quien lo inhale, beba o admire la maravilla del techo azul celeste volando sobre su cabeza.

Aferrarse a lo permanente otorga la seguridad del invidente que con paso firme cruza confiado el abismo entre dos calles, pues nada tiene en sí que le distraiga y le diga que no puede hacerse.

Lo cambiante es un sueño.

Lo eterno permanece siempre igual.




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